Escribir un libro es como enamorarse

Al escribir un libro pasamos etapas similares a enamorarnos

Escribir un libro de ficción es un proceso con cierto parecido a enamorarse, salvando las diferencias entre sentir afecto por una persona y desarrollar una historia a partir de una idea. A grandes rasgos, los seres humanos tenemos predilección por los sentimientos y también por fantasear con situaciones hipotéticas.

Al escribir pasamos por diferentes procesos para finalizar una obra, con ciertos paralelismos a enamorarse, comenzar una relación amorosa y, finalmente, alcanzar una rutina en pareja. Por ello, vamos a repasar a las diferentes etapas de escribir un libro para que, sobre todo, los autores nóveles aprendan a superar cada uno de los procesos y no abandonen a medio camino.

Fase del enamoramiento

La primera fase del enamoramiento es la idealización de otra persona, obviamos todos sus defectos para percibir a la otra persona destacando sus virtudes. En la escritura, esto equivale a tener una idea, una lo bastante buena como para querer desarrollarla en algo más complejo y profundo, o al menos esa es nuestra imagen mental.

Pero al igual que en el amor, los escritores novatos eclipsan con el potencial de una idea todo el trabajo que hay detrás, como la dedicación y la constancia, además de requerir unos conocimientos mínimos de estructuras y recursos narrativos, al menos para escribir con un mínimo de calidad aunque sea como aficionado.

Del mismo modo que cuando nos enamoramos, existe la mala costumbre en los escritores noveles de fantasear sobre la historia que pretendemos escribir. Pararnos a pensar en los personajes, sus costumbres y las situaciones que conducirán a los momentos claves de la trama, imaginar diálogos y posibles consecuencias de sus decisiones. Todo esto está bien, pero si nunca lo escribimos en papel, o al menos anotamos las ideas para desarrollarlas cuando tengamos tiempo, quedarán en saco roto. Además, nuestro propio cerebro se acostumbrará a pensar en estas situaciones en vez de ponernos en la labor principal que es sentarnos a escribir.

El objetivo de esta fase inicial de enamoramiento es sentarnos a desarrollar la idea en papel, u ordenador. Lo que en el amor se traduciría como flirtear para comenzar una relación sentimental con otra persona, para abandonar la figura idealizada que tenemos de ella y conocer como es en realidad.

Comenzar una relación

La segunda fase del amor empieza con una relación con mayor o menor compromiso, pero es una etapa que no siempre se alcanza. A veces debido a un amor no correspondido, por no saber conquistar a la otra persona o por mero miedo a declararse.

En la escritura es más sencillo, basta con escribir. Asimismo, dedicar el tiempo libre a otras tareas de ocio más livianas como ver series, participar en videojuegos online interminables, darle demasiada importancia a las redes sociales o, simplemente, abrumarnos ante el papel en blanco puede provocar que nunca empecemos a escribir una historia a partir de la idea original.

Durante esta etapa se abandona el velo maravilloso de la idealización de escribir un libro. Es el momento de trabajar, desarrollar ideas, aprender recursos narrativos, corregir e incluso investigar sobre temáticas utilizadas en la obra. Poco a poco se diluye la magia del enamoramiento inicial, para descubrir el esfuerzo que supone la escritura. También notamos los problemas de la idea original, descubriendo que no era tan buena como parecía y necesitamos trabajar en tramas y personajes que complementen sus carencias. Incluso a veces es mejor declinar dicha idea por otra que se amolde mejor al trabajo realizado para minimizar cambios, siendo la decisión más drástica empezar de nuevo.

Compromiso

Cuando se pierde la magia del enamoramiento nos encontramos ante un compromiso, ante una relación con una persona humana con sus defectos y virtudes. Cuando se pierde la inercia del amor nos encontramos ante una vida monótona donde crecen las obligaciones conforme pasa el tiempo. Una relación que solo prevalecerá si la pareja en común se esfuerza por sumar en la vida del otro y trabajar en un proyecto en común.

Al escribir también hay una especie de compromiso entre el autor y su historia, más adelante con lectores y editores. Pero en primera instancia terminar el primer borrador de un libro se puede convertir en un verdadero problema para los inexpertos. Al escribir no hay una interacción directa entre el autor y sus textos. Siempre podemos pasar los borradores a amigos y familiares para que nos aporten su opinión, pero aun así escribir en una actividad solitaria.

Después de finalizar el primer borrador, muchos pensarán que por fin han terminado y se embarcan en la búsqueda de editoriales para publicar, lo que puede derivar en estafas de editoriales piratas que piden sumas bastante elevadas para coeditar, prometiendo correcciones de calidad y distribución en multitud de tiendas, cuando lo único que hacen en enviarte una caja llena de libros y se desentienden. También está la opción de autopublicar el libro en plataformas digitales como Amazon. Pero este tema es otra historia.

Después de tanto esfuerzo lo más probable es que no alcanzar ningún éxito. Cientos de horas dedicadas para que con suerte una decena de amigos compren el libro por compromiso.

Pero a diferencia de las relaciones amorosas, al finalizar un libro no tenemos un compromiso. Es el momento de agarrar una nueva idea y comenzar de nuevo, para esta vez aportar todo lo aprendido y hacerlo mejor. Escribir libro tras libro para ganar experiencia hasta alcanzar una calidad óptima, y la consecuente rutina, que nos acerque a los verdaderos escritores.

De este modo, escribir es una metáfora del amor donde a grandes rasgos solo participa una persona. Siendo el propio escritor quien se engaña a sí mismo para abandonar de crear libros o, por el contrario, quién se compromete a escribir la infinidad de historias que rondan en su mente. Y quién sabe, lo mismo termina escribiendo grandes historias capaces de enamorar a millones de lectores en todo el mundo al encontrar su verdadera vocación.

Cómo tener motivación para escribir un libro

motivación escribir
La motivación es importante para perseguir nuestros sueños

El trabajo de escribir es una tarea ardua y solitaria, ganando en complejidad si el objetivo principal es escribir una novela donde tenemos que planificar estructura, tramas, personajes y el resto de elementos que compondrán su historia. Por ello, es muy importante saber cómo funciona la motivación para contar con energías en los momentos más tediosos del proceso, una fuerza que nos alentará a finalizar nuestro libro cuando nos topemos con factores que escapan de nuestra mano. Si quieres aprender sobre la motivación para tenerla durante tus escritos, te invito a leer el siguiente artículo.

¿Qué es la motivación?

La motivación es una sensación de ánimo, ya sea por un sentimiento satisfactorio, recompensa o reconocimiento, que nos incita a actuar o realizar algo con el objetivo de alcanzar una meta concreta. En el caso de la escritura, la motivación es la fuerza que nos hace trabajar en nuestro libro a pesar de las dificultades. Aunque no debemos confundirlo con la inspiración, que puede ser fuente de motivación, pero es solo un estado de lucidez con el cual vemos claro el camino a tomar dentro del proyecto literario. La motivación marca la diferencia entre persistir para finalizar un libro o abandonar por pensar que no merece la pena el esfuerzo.

Para escribir un libro tenemos varias fuentes de motivación. Los escritores complementan la motivación en las diferentes etapas de la escritura, encontrando mayores complicaciones si solo cuentan con una debido a que la fuerza de motivación puede ganar o perder intensidad con el tiempo. Las principales fuente de motivación que tiene un escritor son por sentimientos internos, por la recompensa que supone, por satisfacción personal u obtener reconocimiento social.

Motivación por sentimientos internos

Una de las primeras motivaciones que nos conducen a escribir viene determinada por sentimientos internos, por el placer de desarrollar las historias que anidad dentro de nuestra cabeza. Todas las personas fantasean con situaciones hipotéticas, futuras o pasadas, sobre cómo irá la cita que tenemos dentro de unas horas, qué tenía que haber dicho en la discusión de ayer, recuerdos alegres o tristes, etc., teniendo a veces visiones que van mucho más allá formadas con elementos ficticios. Esta imaginación es el principio para desarrollar historias, el deseo de materializar con palabras las fantasías de la mente es el primer paso para escribir.

Motivación por recompensa

La recompensa sería la consecuencia final de escribir un libro, ganar dinero o cierta reputación social con algo que nos ha llevará tanto tiempo y esfuerzo. Aunque esta motivación es la más anodina de todas, sobre todo para los escritores nóveles, porque es muy difícil ganar dinero con nuestros libros. Pero la ilusión de ganarnos la vida con la escritura siempre está latente, por muchos románticos que encontremos tratando de quedar bien al decir que escriben por la mera satisfacción de hacerlo. La motivación por recompensa también puede venir de ganar reconocimiento dentro de círculos de escritores aunque sea una afición.

Motivación por satisfacción personal

La motivación personal es escribir para convertirnos en escritores, por amor a la literatura. Este sentimiento comienza por la afición a los libros que acaba en un deseo por ser como nuestros autores preferidos. Algunos empiezan a escribir por el orgullo de tener un libro publicado, a pesar de que esto pueda conducir a ciertas estafas de editoriales piratas, otros lo hacemos por la afición de aprender narrativa y mejorar nuestras habilidades. La satisfacción personal se convierte con el tiempo en el placer de sentarnos durante horas para plasmas las ideas en palabras y, con el tiempo, terminar una novela tras otra.

Motivación por reconocimiento social

Por último, tenemos la motivación por reconocimiento social. Escribir para que la gente de nuestro entorno físico y virtual nos recuerde por los logros literarios. Disponer de muchos seguidores en redes sociales, que participen activamente comentando todo nuestro contenido, y que nos inviten a charlas o eventos que atraiga a otros lectores o escritores para aprender de nosotros. Tener una respuesta a nuestro trabajo es tan gratificante como para continuar.

Cabe destacar, las diferentes motivaciones se complementan entre sí. Aunque tengamos deseos de ganarnos la vida con la escritura o ganar reconocimiento, esto no se consigue hasta haber trabajado duro durante bastantes años. Las motivaciones como la recompensa o el reconocimiento van perdiendo fuelle por su carencia durante las etapas tempranas de nuestro trabajo como autor. La motivación de escribir historias y convertirnos en buenos escritores nos permite perseverar cuando comenzamos o pasamos momentos duros, pero tal motivación se desgasta si no obtenemos recompensa monetaria o lectores que nos alienten con sus ánimos u opiniones sobre nuestros escritos. Al final la motivación es un círculo que se va complementando, por ello tenemos que participar en comunidades, tener una página donde mostrar contenido y aprender de otros.

Al final, las diferentes motivaciones deben compaginarse porque siempre hay escollos que sortear. Tener una recompensa al final del camino es tan bueno para los escritores como la ilusión de convertirse en autores competentes.

La esencia de la narrativa

Hay bastantes escritores, sobre todo nóveles, convencidos de que tanto las editoriales como los lectores están ciegos ante su talento innato. Un tapado que sufren los genios de su calibre para dar visibilidad a enchufados de la industria, bien sean amigos o familiares de gente importante o aquellos a quienes se tiene que devolver un favor. Aunque la realidad es distinta, las editoriales son las principales interesadas en encontrar buenos autores por una clara razón, el dinero. Es por ello que las buenas historias siempre tienen cabida en el mercado, tener éxito es otra cuestión. Sin olvidar que vivir plenamente de la escritura es un objetivo difícil, solo un puñado de escritores consagrados pueden presumir de dedicarse de manera exclusiva a tal tarea.

El problema radica en que estos genios en cubierto seguramente han tenido una educación donde recibían al instante a todos sus caprichos, ganadores de premios sin merecerlos. Sin entrar en detalles, pues ya hablé de ser un escritor por capricho, los autores novatos no cuentan con la misma fuerza para contar historias que en generaciones pasadas debido a su afán por avanzar más casillas de las abarcables. Quizás es por la influencia de las numerosas películas y series palomiteras, las cuales pecan de pretensión en forma de efectos especiales y demás atrezo en pantalla. O tal vez sea que los grandes talentos, los de verdad, han decidido dedicar su ajetreada vida a otros menesteres, por la exigencia de tanto trabajo para tan pocos resultados. Gastando su tiempo libre en la ingente cantidad de entretenimiento que ofrece la actual era digital. Lo único claro es que cada vez veo más escritores preocupados por publicar o conseguir visibilidad en vez de tratar de mejorar.

El mundo moderno nos hace vivir en una ilusión. Tenemos una mala interpretación sobre la escritura, en este caso narrativa pero la idea abarca todos sus ámbitos, como si fuese una tarea fácil para todos. Cualquiera puede juntar un puñado de palabras y darle un sentido, pero eso no significa que pueda hacer textos decentes para, por ejemplo, publicarlos en una página web con cierta categoría. La percepción de escribir lo hace cualquiera provoca la proliferación de plataformas para contratar escritores por cantidades ridículas, artículos de unas 400 palabras por unos pocos euros que podríamos contar con los dedos de una sola mano, con pobres almas que aceptan tales encargos ni ellos mismos saben por qué. Tampoco es necesario tener una carrera, de periodismo, filología o alguna otra relacionada, solo basta con dedicar tiempo y esfuerzo a la escritura.

Asimismo, escribir ficción va mucho más allá de saber gramática y ortografía, también requiere de ciertos conocimientos de narrativa. No obstante, por haber visto montones de películas y leído una montaña de libros no vamos a realizar una obra maestra. Tener esa mentalidad es como por ser aficionado de la música clásica pensemos que somos capaces de crear grandes sinfonías o por visitar museos a menudo pintemos cuadros de la talla de Velázquez. Los escritores novatos pocas veces se plantean que construir una historia requiere de una armonía similar a la de los temas emblemáticos de la música clásica o las composiciones del dibujo, la narrativa necesita basarse en un elemento tan sutil como caótico que es la naturaleza humana.

Cuando uno comienza su andadura con la escritura el rumbo del camino viene a partir de las historias que ha disfrutado, algunas incluso de manera inconsciente, y las vivencias de su propia vida. Sin duda, las experiencias personales son una parte muy importante para desarrollar buenas historias, ellas tratan sobre la vida y los sentimientos que evocan determinadas situaciones, pero lamentablemente no es suficiente. Las grandes historias cuentan con estructuras sólidas que nos conducen a lo largo de las diferentes escenas, una estructura que se forma alrededor de los conflictos de los personajes y el tema que se quiera tratar. Pero no existe una fórmula absoluta, la estrategia para trabajar en narrativa es delicada y requiere de ingenio. Obviar esto provoca los innumerables clichés tan manidos que encontramos más de lo deseado.

Al escribir se debe dar forma a la historia enfocándonos en lo que queremos transmitir en equilibrio a lo que vamos a contar. Trasladar a los lectores la motivación que lleva al protagonista a seguir adelante a pesar de los problemas de su camino, el valor de la muerte de un personaje y la importancia de su sacrificio en contraste con la pérdida que acarreará al resto de la trama, la justicia por la que unos están dispuestos a luchar aunque parezca un sinsentido o las dificultades de aquel que desea sacar la verdad a la luz. La narrativa se nutre de valores y no de sucesos. La esencia de la narrativa es la percepción de la vida de los propios personajes, no sus acciones sino las razones que los han conducido a tal punto.

El mayor inconveniente el contraste de valores que tenemos en la sociedad moderna, tan diferentes como dependientes de la situación de cada uno. A veces los valores vienen condicionados por el entorno, para sentirnos integrados, otras por la incomprensión de lo que nos rodea. Sin embargo, la enorme variedad de valores puede servir para enriquecer nuestra historia, sirviendo ese contraste para generar el conflicto que tanto necesita una obra para mantener en vilo a sus lectores. Pero la ceguera del autor ante valores concretos puede destruir una historia por tratar de imponer una visión sobre la otra, sin comprender que la vida va de conflictos y no de adoctrinamientos.

Querer ser escritor por capricho

Escribir no es un capricho, se trata de un arte que a veces roza la locura

Contar historias es quizás una de las disciplinas artística más antiguas utilizadas por la humanidad. Una actividad que ya desde la prehistoria se practicaba cuando los cazadores y recolectores volvían con el resto del grupo a la cueva segura donde habitaba el resto del grupo. Allí, en torno al calor de las llamas, hablaban sobre sus vivencias en el salvaje mundo exterior, los problemas a los que se habían enfrentado, los lugares maravillosos visitados e incluso las desgracias acontecidas como la muerte de un compañero. Narrar es una práctica unida al ADN del ser humano y con el paso tiempo también se ha convertido en un arte, con diversidad de medios para llegar a los demás con voz, escritura, comic, cine, series, canciones e incluso a través de los videojuegos. Es normal relacionar narrativa con grandes obras, pero tal actividad la vemos a diario al hablar a otros sobre las vacaciones de verano, una anécdota del trabajo o cómo conocimos a nuestra pareja. Todas son historias transmitidas de unos a otros aunque dispongan de menos florituras que las de un libro con cientos de páginas. Nos guste más o menos, las narraciones en sus diferentes formas son una parte fundamental de la sociedad, nos acompañan a lo largo de nuestras vidas, más allá del entretenimiento sirven para comprender el mundo de nuestro alrededor. También nos alientan a convertirnos en escritores aunque muchos solo deseen esto por capricho.

La saturación del mercado

En la actualidad, la narrativa se ha convertido en una de las piezas fundamentales del entretenimiento, con una industria que mueve millones de dólares en sus diferentes medios. El mayor ejemplo lo vemos en el cine con cientos de películas cada año. También con las series y la hegemonía de plataformas en línea como Netflix o Amazon Prime Video, con un catálogo amplio para todos los gustos. La situación provoca que dispongamos de infinidad de series para ver, con decenas de capítulos en cada temporada y cientos de horas de contenido para desconectar de lo cotidiano. Ponerse al día en todas las series de moda se convierte en una tarea titánica, pero tal afición es cada vez más extendida sobre todo por aquellos con miedo a los spoilers. Vivimos un momento donde aburrirse es una tarea imposible, o al menos debería, con un bombardeo constante de productos audiovisuales en los móviles que nos acompañan las 24 horas de día. El principal problema es la calidad, del gran volumen de las narrativas que nos llegan solo un pequeño porcentaje son buenas historias de verdad, de esas que nos marcan y mantenemos en la memoria. Permanecemos en una borrachera eterna de consumo de series y películas cuyo contenido desaparece de nuestra memoria casi al instante, pero igualmente no podemos dejar de consumir por los trucos en forma de cliffhangers que nos hacen ansiar el siguiente episodio.

Con la escritura ocurre algo parecido, los autores nóveles tratan de desarrollar sus ideas con ilusión en un mercado rebosante de facilidades, como la autopublicación o los consejos de Internet. La mayoría de los aspirantes a escritores empiezan sus proyectos debido a su afición por consumir las grandes historias del mercado, respaldados por pensamientos en forma de un giro sorprendente en los acontecimientos, un protagonista con un trasfondo desgarrador, un mundo mágico con detalles originales o cualquier otro tipo de idea. Pero cabe explicar que esto no son historias, son ideas aisladas las cuales para sorprender dependerán del camino para llegar a ellas, de la manera de presentar la situación a los lectores y de las consecuencias que arrastrarán posteriormente. La narrativa es un oficio duro, requiere de una gran experiencia para alcanzar la excelencia. Algo incapaz de ser comprendido por autores cegados por un puñado de ideas aisladas.

A veces me cruzo en Internet con escritores nóveles obsesionados por publicar su primer libro, gastando dinero en registros de obras antes al pensar que a primera de cambio cualquiera les plagiará su obra para enriquecerse. Se preocupan de ello en vez de invertir su energía y dinero en mejorar. Después de enviar el manuscrito a varias decenas de editoriales solo reciben respuestas de coedición, es decir, pagar una suma que van de los cientos a los miles de euros para lanzar el libro al mercado. Al final suele acabar con un autor con varias cajas repletas de libros los cuales no podrá vender nunca, y ni siquiera han sido corregidos ni editados correctamente. El resultado lógico cuando alguien se preocupa más por ver su idea publicada antes que preferir aprender un oficio. Consecuencia de la inmediatez a la que nos tiene acostumbrado el estilo de vida moderno de tenerlo todo al instante. Para mí, estos son escritores por capricho. Quieren tener un libro publicado para satisfacer un antojo, para fardar a su entorno o en redes sociales, una afición de postureo sin auténtica pasión. Un deseo lógico por el bombardeo constante de historias consumidas impulsivamente y a la vez por una ilusión de ser un trabajo sencillo con el que ganar dinero fácil. Cuando ganar dinero con la escritura es la parte más difícil. Si de verdad alguien quiere ser escritor después de terminar su primer libro continuará con nuevas obras, sin volverse loco para publicar a cualquier precio, y aprendiendo sobre narrativa. Si los títulos tienen la suficiente calidad tarde o temprano serán recompensados, pero solo con la constancia y el buen hacer.

Verdades que duelen

Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones como escritor

La cruda realidad nos enseña que el primer libro de cualquier autor será terrible. Solo hace falta echar un vistazo a la biografía de autores consagrados para comprobar que se pasaron años escribiendo antes de ver publicada su primera obra. Debemos ser conscientes de las limitaciones en nuestra primera obra, a pesar del esfuerzo requerido para terminar. En general, nadie tratará de utilizar nuestra obra para enriquecerse, si fuese así las editoriales estarían predispuestas a publicar con las mejores condiciones posibles en todos los casos. Escribir es duro, pero hacerse conocido aún más, ya ni hablemos de ganarse la vida vendiendo libros. Ser conscientes de los defectos y carencias de nuestro trabajo es el primer paso para ser un buen escritor. De los errores se aprende y la narrativa no es una excepción, a lo que hay que sumar dedicación y experiencia. También me gustaría recalcar la ausencia de fórmulas mágicas para escribir un libro sin esfuerzo, a pesar de los títulos que así lo afirman en las librerías físicas y digitales. Hay quienes prefieren pagar por una ilusión y vivir tal fantasía en vez de abrir los ojos para trabajar duro y cumplir su sueño.

Al final, si uno quiere convertirse en escritor debe trabajar en ello, olvidando los atajos fáciles y maravillosos que tanto aprovechado intenta colar, con el claro objetivo de escribir. No hay fórmulas mágicas, de ser así nunca veríamos superproducciones con inversiones millonarias convertidas en estrepitosos fracasos. En ocasiones se confunde la sustancia que verdaderamente nos atrapa con el espectáculo y los artificios llamativos. La narrativa debe ser trabajada al milímetro, con sutileza. No hay normas ni estereotipos, aunque sí arquetipos y ciertas formas presentes en la mayoría de historias de éxito. Para ser capaces de abrigar el corazón de los demás con las palabras tenemos que formarnos en un arte que no está preparado para los caprichosos que buscan el camino fácil.

Dune de Frank Herbert

Dune escrito por Frank Herbert

Dune es una novela clásica de ciencia ficción escrita por Frank Herbert y publicada en 1965, ganadora de premios prestigiosos sobre el género como Nébula o Hugo. La historia de Dune nos introduce al planeta Arrakis, un mundo desértico que guarda uno de los recursos más codiciados del universo conocido, la especia melange, una droga capaz de otorgar mayor longevidad a quien la consume pero también dependencia absoluta. La casa de los Atreides, con el duque Leto a la cabeza, es enviada a Arrakis para gobernar, un cometido designado por emperador pero que supone un enorme riesgo por los intereses políticos del planeta, con traiciones y profecías sobre la llegada del elegido. Dune nos traslada a una sociedad desconocida donde el agua es tan importante que acciones corrientes como llorar a los muertos es considerado un derroche. Sin duda un libro que ya forma parte de la historia de la ciencia ficción y la literatura, con conflictos entre casas influyentes, momentos de acción, reflexiones filosóficas y detalles sobre el ecosistema del planeta desértico. Cabe destacar que se trata de una lectura exigente por las cuestiones que propone y las diferentes interpretaciones de su trama.

La casa de los Atreides

Dune nos cuenta la historia de la familia Atreides con la crónica de una muerte anunciada que se revela a modo de traición durante las primeras páginas del libro. Los Atreides están a punto de mudarse desde su planeta natal Caladan hasta Arrakis para gobernarlo bajo las órdenes del emperador, aunque en realidad es un plan urgido por sus enemigos, la casa de los Harkonnen. El duque Leto Atreides, a sabiendas de que será traicionado, decide continuar con la mudanza. El duque Leto se caracteriza por gobernar con benevolencia para que su gente sea feliz y productiva, a diferencia de los Harkonnen los cuales oprimen para sacar el máximo beneficio de su pueblo. También conoceremos a Jessica, amante y madre del hijo del duque, Paul Atreides. Jessica pertenece a la orden femenina Bene Gesserit, conocidas como brujas por sus poderes mentales y físicos desarrollados tras un duro entrenamiento, condicionando sus músculos y nervios. Por otro lado, Paul Atreides se postula como el personaje protagonista entorno al que gira la historia principal de Dune, un joven adiestrado por su madre, con unas habilidades solo permitidas a las mujeres de su orden, y también hábil en el combate.

La primera parte de la obra trata sobre la traición que va a sufrir la casa de los Atreides en su nuevo hogar. Conoceremos a los personajes, sus relaciones y sospechas sobre el posible traidor que se esconde entre ellos. También nos adentraremos poco a poco a los misterios del planeta desértico y las tradiciones de sus habitantes. La mudanza desde Caladan a Arrakis supone el cambio de una tierra prospera a un mundo duro con costumbres muy diferentes, sobre todo aquellas relacionadas con el agua. Además, conoceremos a los Fremen, un pueblo que sobrevive en lo más profundo del mar de dunas, lejos de las regiones civilizadas.

El mundo de Dune

Tras la traición la trama sufre un importante cambio de rumbo, Paul Atreides huye al desierto acompañado por su madre Jessica. Paul comienza a tener premoniciones sobre los posibles futuros que se abren en su camino, con consecuencias desastrosas que podrían conducir a una cruenta guerra por toda la galaxia. Descubriremos el estilo de vida de los Fremen como los duelos de honor, los ritos funerarios y otras costumbres, una comunidad donde agua se convierte en el mayor tesoro. Asimismo, en el desierto de Arrakis se encuentra el secreto de la especia melange con colosales gusanos de arena y un plan por convertir al planeta árido en una tierra rebosante vida. Para Paul, es hora de aprender de un pueblo superviviente pero feroz, la hora de la venganza no solo suya sino de todo un pueblo que hasta ahora había permanecido recluido en el desierto pero capaces de poner en jaque al mismísimo emperador.

Sin duda, Dune es un libro indispensable para los amantes de la ciencia ficción. También tiene tintes de fantasía con conflictos entre grandes familias de nobles y visiones premonitorias cercanas a los poderes mágicos. Un mundo desértico acompañado de una trama repleta de misterios y conflictos que nos atraparan hasta el final.

Lovecraft III: los Mitos de Cthulhu, Círculo Lovecraft y legado

Cuando se habla de Lovecraft los mitos de Cthulhu son el tema más recurrente que nos viene a la cabeza. Sin duda, su creación más conocida. El horror cósmico es un género que marca una delgada línea entre la ciencia y lo fantástico, entre lo divino y lo mundano, dando como resultado a los populares seres extraterrestres que dieron forma a los Mitos. Aunque cabe destacar que la figura de los Mitos no fue promovida por Lovecraft. La idea de una mitología se debe a August Derleth, el cual manipuló el concepto original del Horror Cósmico al tomar el relevo de los trabajos del autor tras su muerte, moldeando y difundiendo interpretaciones propias.

Los Mitos de Cthulhu

Lovecraft trabajó en los mitos desde una etapa muy temprana de su literatura, por ejemplos con entidades como Dagon o Nyarlathotep, pero fue con el relato de La llamada de Cthulhu cuando asentó las bases para sus siguientes 10 años como escritor. Lovecraft declaró en su correspondencia que unía sus trabajos porque los veía como un mismo vehículo para transmitir sus ideas y profundizar en su pensamiento. Nunca pretendió crear los Mitos, incluso estaba en contra de dicha idea, los utilizaba de manera irregular siendo a veces el tema central de sus relatos y otras solo los mencionaba de manera anecdótica. Conectó estos elementos, que se repartían por la mayoría de sus obras, con el nexo de Cthulhu, ser que se convertiría en el futuro en la seña universal del autor. Pero no solo inventó “Dioses”, que en realidad eran extraterrestres, también creó cultos alrededor de dichas figuras, una colección de libros prohibidos entre los que destacaba el Necronomicón y ciudades ficticias como Arkham o Innsmouth.

Además, en vez de mitología se podría hablar de una antimitología. Los mitos son figuras divinas inventadas por los hombres para explicar fenómenos naturales o para dar sentido a las vidas con ideas como un más allá después de la muerte. Las religiones utilizan al hombre como vínculo entre los dioses y sus planes de salvación. Lovecraft se declaraba abiertamente ateo y consideraba que la mayoría de las personas eran incapaces de aceptar una realidad atea para desligarse de las creencias religiosas. Es por ello que en la literatura de Lovecraft, los cultos son una vía para que los hombres adquieran conocimientos prohibidos que les otorguen capacidades sobrenaturales, con técnicas cercanas a la ciencia aunque con lagunas fantásticas como cánticos en lenguas olvidadas u otros ritos. A veces estos ritos llaman la atención de seres extraterrestres cuya manifestación les hace ver como deidades, pero estos no tienen objetivos divinos ni mundanos para los humanos, ni siquiera pretenden provocar la extinción de la humanidad. Los seres de los Mitos están más allá del bien y del mal, se sitúan en una esfera de comprensión superior en la que los humanos son simples hormigas a los que tratan con indiferencia.

El círculo Lovecraft

Lovecraft cuenta con fama de persona solitaria y asocial pero lo cierto es que a lo largo de toda su vida mantuvo una amplia correspondencia, trabando amistad con escritores de la época y otros intelectuales. Su participación en revistas fue de lo más activa sobre todo en las de género pulp, además durante sus últimos años de vida aprovechaba ofertas de viajes para visitar a amigos de otras localidades. Al ganar fama tuvo una mayor correspondencia de aficionados, incluso algunos buscando consejos para mejorar la escritura o realizar colaboraciones. En este sentido, los Mitos fueron evolucionando poco a poco gracias a sus amistades, su literatura fue asimilando influencias y mezclando elementos de otros autores que a su vez hacían lo propio en sus obras. Los Mitos de Lovecraft se convirtieron en una especie de juego de referencias cruzadas en el que participaron numerosos autores, lo que se convirtió en el círculo Lovecraft. Los Mitos se fueron ampliando de manera orgánica, conectando personajes, elementos y mundos.

Clark Ashton Smith fue uno de los autores que fascinó a Lovecraft, un artista autodidacta que escribía poesía, historias de terror e incluso pintaba y esculpía. Fueron las esculturas de Smith las que inspiraron a Lovecraft escribir La llamada de Cthulhu donde se incluía una extraña figura del ser extraterrestre que tan popular se volvió con el paso del tiempo. Por su parte, Smith incluyó menciones del Necronomicón y su autor el árabe loco Abdul Alhazred en algunos de sus relatos. Otro autor famoso del círculo fue Robert Ervin Howard, escritor de fantasía de espada y brujería, además de padre de Conan. Howard se interesó en Los Mitos y pidió información sobre cultos a Lovecraft, no tardó en introducir términos lovercraftianos en su literatura. A su vez, contribuyó en la creación de material para los Mitos como el libro de Von Junzt Cultos innombrables, que se convirtió en uno de los libros prohibidos.

La lista de autores que participaron en el círculo de Lovecraft es muy extensa para entrar en detalles sobre quienes eran y sus aportaciones en los Mitos. Lo que sí cabe destacar es que Lovecraft en sus últimos años tuvo bastante correspondencia de autores jóvenes buscando consejos y aprobación entre los que destaca August Derleth. August Derleth fue un joven autor que se interesó por el tema de los Mitos, carteándose con bastante frecuencia. Se podría decir que Derleth fue un fan obsesionado hasta tal punto que era capaz de emular la escritura de Lovecraft en otros géneros. Aunque sus textos contaban con una calidad bastante mediocre. Deleth le ayudó a corregir algunos relatos, e incluso se tomó licencias para enviar trabajos a revistas sin el consentimiento del autor, al pensar el propio Lovecraft que no contaban con la suficiente calidad. El joven hacía alarde de una actitud egocéntrica, haciendo alusión constante a temas que giraban en torno a su realidad y también hacia la fe que profesaba Lovecraft, que era ateo a diferencia de la alta creencia de Deleth. Intentó influir en los mitos acercándose a las supersticiones y otros fenómenos paranormales que Lovecraft rechazó en todo momento.

Legado tras su muerte

Howard Phillips Lovecraft murió el 15 de marzo de 1937. En aquel momento su obra tenía poco valor por lo que sus tías consintieron el deseo del autor de que uno de sus jóvenes pupilos, Robert H. Barlow, se hiciera cargo de su trabajo. Barlow se hizo con todos los documentos de Lovecraft, donde se incluían cartas, apuntes y relatos, para revisar y pasar todo a limpio. Una tarea extraordinaria que hizo posible preservar la mayoría de sus trabajos en la actualidad. Aunque fracasó al intentar difundir y publicar una recopilación de las obras.

La mayoría de autores dejaron de trabajar en los Mitos con la muerte de Lovecraft, perdieron el interés pues era un juego en torno al autor y que sin él no tenía sentido. Esto hizo que Derleth ganara más fuerza dentro de los Mitos aunque Lovecraft no lo dejara a cargo de su legado. En una de las cartas que recibió, Lovecraft hizo alusión de nombrarlo “heredero espiritual” y discutían sobre la creación de un libro recopilatorio con todos sus relatos, dándole su bendición. Deleth descontextualizó las palabras para hacerse con el control de todos sus textos. Barlow y Derleth se aliaron para publicar una recopilación con los trabajos de Lovecraft, lo que desembocó en la creación de la editorial Arkahm House, dedicada al terror y pulp.

Derleth estuvo interesado desde un primer momento por los mitos pero tenía una interpretación diferente a la idea que quería transmitir el autor. Mientras trabajaba en la recopilación póstuma, Derleth aprovechó para publicar sus propios textos dentro del mismo universo. Pero desde las primeras páginas ya tiró por la borda toda la filosofía original del horror cósmico para establecer su propia visión. Para Derleth la esencia de la literatura de Lovecraft era presentar uno tras otros los elementos que componen los mitos, Cthulhu, Arkham, Necronomicón y demás criaturas, ciudades o artefactos, centrando el tema principal en torno a ellos y eclipsando la verdadera esencia del Horror Cósmico. Eran publicaciones diferentes a las que hacían otros autores del círculo de Lovecraft que se centraban en características como los conocimientos prohibidos y solo hacían referencias sutiles a los términos si llegaban a citarse. Además, Derleth cambió la figura del hombre en los mitos, dejando de ser insignificantes para las criaturas. En este sentido, los Antiguos toman un rol más cercano al de los dioses, volviéndose fuerzas del bien y el mal en un conflicto que afecta directamente a los hombres, que ahora marcan la diferencia en su lucha.

Lo peor del trabajo de Derleth no fue que tuviera su propia interpretación de los mitos sino que a partir de entonces se dedicó a sustituir la visión original por la suya propia. Se valía de citas o correspondencia de Lovecraft para apoyar su versión aunque normalmente sacando de contexto las palabras. También escribió decenas de relatos inacabados de Lovecraft que en la mayoría eran frases sueltas o ideas concretas de pocas palabras, nada de borradores inconclusos como daba a entender. Derleth dio una mayor importancia a las criaturas de los mitos, que convirtió en dioses, o a libros como el Necronomicón que a los conceptos originales del Horror cósmico. El tiempo, sobre todo con la publicación de la correspondencia de Lovecraft, corrigió esta tergiversación de las obras originales pero claramente afectó a la visión que tiene de los mitos la cultura popular. También publicó biografías y ensayos sobre su maestro que lo convertían en una versión macabra más cercana a una ser de su literatura que a la realidad. Lo que sí es cierto es que contribuyó a mantener viva la figura de Lovecraft de cara al futuro, quizás sin su labor ahora sería un autor con menor influencia y solo conocido por los estudiosos de la literatura.

Con esto concluye mi repaso sobre la figura de Lovecraft, sobre su Horror cósmico y los mitos. En realidad hay temas en los que podría haberme explayado más e incluso habrá gente a la que le hubiera gustado que entrara en detalle en la mitología. Yo me doy por satisfecho de terminar por fin este artículo sobre Lovecraft, algo que me propuse alegremente meses y al fin he finalizado. Sin más, nos veremos en los sueños.