Cómo tener motivación para escribir un libro

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La motivación es importante para perseguir nuestros sueños

El trabajo de escribir es una tarea ardua y solitaria, ganando en complejidad si el objetivo principal es escribir una novela donde tenemos que planificar estructura, tramas, personajes y el resto de elementos que compondrán su historia. Por ello, es muy importante saber cómo funciona la motivación para contar con energías en los momentos más tediosos del proceso, una fuerza que nos alentará a finalizar nuestro libro cuando nos topemos con factores que escapan de nuestra mano. Si quieres aprender sobre la motivación para tenerla durante tus escritos, te invito a leer el siguiente artículo.

¿Qué es la motivación?

La motivación es una sensación de ánimo, ya sea por un sentimiento satisfactorio, recompensa o reconocimiento, que nos incita a actuar o realizar algo con el objetivo de alcanzar una meta concreta. En el caso de la escritura, la motivación es la fuerza que nos hace trabajar en nuestro libro a pesar de las dificultades. Aunque no debemos confundirlo con la inspiración, que puede ser fuente de motivación, pero es solo un estado de lucidez con el cual vemos claro el camino a tomar dentro del proyecto literario. La motivación marca la diferencia entre persistir para finalizar un libro o abandonar por pensar que no merece la pena el esfuerzo.

Para escribir un libro tenemos varias fuentes de motivación. Los escritores complementan la motivación en las diferentes etapas de la escritura, encontrando mayores complicaciones si solo cuentan con una debido a que la fuerza de motivación puede ganar o perder intensidad con el tiempo. Las principales fuente de motivación que tiene un escritor son por sentimientos internos, por la recompensa que supone, por satisfacción personal u obtener reconocimiento social.

Motivación por sentimientos internos

Una de las primeras motivaciones que nos conducen a escribir viene determinada por sentimientos internos, por el placer de desarrollar las historias que anidad dentro de nuestra cabeza. Todas las personas fantasean con situaciones hipotéticas, futuras o pasadas, sobre cómo irá la cita que tenemos dentro de unas horas, qué tenía que haber dicho en la discusión de ayer, recuerdos alegres o tristes, etc., teniendo a veces visiones que van mucho más allá formadas con elementos ficticios. Esta imaginación es el principio para desarrollar historias, el deseo de materializar con palabras las fantasías de la mente es el primer paso para escribir.

Motivación por recompensa

La recompensa sería la consecuencia final de escribir un libro, ganar dinero o cierta reputación social con algo que nos ha llevará tanto tiempo y esfuerzo. Aunque esta motivación es la más anodina de todas, sobre todo para los escritores nóveles, porque es muy difícil ganar dinero con nuestros libros. Pero la ilusión de ganarnos la vida con la escritura siempre está latente, por muchos románticos que encontremos tratando de quedar bien al decir que escriben por la mera satisfacción de hacerlo. La motivación por recompensa también puede venir de ganar reconocimiento dentro de círculos de escritores aunque sea una afición.

Motivación por satisfacción personal

La motivación personal es escribir para convertirnos en escritores, por amor a la literatura. Este sentimiento comienza por la afición a los libros que acaba en un deseo por ser como nuestros autores preferidos. Algunos empiezan a escribir por el orgullo de tener un libro publicado, a pesar de que esto pueda conducir a ciertas estafas de editoriales piratas, otros lo hacemos por la afición de aprender narrativa y mejorar nuestras habilidades. La satisfacción personal se convierte con el tiempo en el placer de sentarnos durante horas para plasmas las ideas en palabras y, con el tiempo, terminar una novela tras otra.

Motivación por reconocimiento social

Por último, tenemos la motivación por reconocimiento social. Escribir para que la gente de nuestro entorno físico y virtual nos recuerde por los logros literarios. Disponer de muchos seguidores en redes sociales, que participen activamente comentando todo nuestro contenido, y que nos inviten a charlas o eventos que atraiga a otros lectores o escritores para aprender de nosotros. Tener una respuesta a nuestro trabajo es tan gratificante como para continuar.

Cabe destacar, las diferentes motivaciones se complementan entre sí. Aunque tengamos deseos de ganarnos la vida con la escritura o ganar reconocimiento, esto no se consigue hasta haber trabajado duro durante bastantes años. Las motivaciones como la recompensa o el reconocimiento van perdiendo fuelle por su carencia durante las etapas tempranas de nuestro trabajo como autor. La motivación de escribir historias y convertirnos en buenos escritores nos permite perseverar cuando comenzamos o pasamos momentos duros, pero tal motivación se desgasta si no obtenemos recompensa monetaria o lectores que nos alienten con sus ánimos u opiniones sobre nuestros escritos. Al final la motivación es un círculo que se va complementando, por ello tenemos que participar en comunidades, tener una página donde mostrar contenido y aprender de otros.

Al final, las diferentes motivaciones deben compaginarse porque siempre hay escollos que sortear. Tener una recompensa al final del camino es tan bueno para los escritores como la ilusión de convertirse en autores competentes.

Querer ser escritor por capricho

Escribir no es un capricho, se trata de un arte que a veces roza la locura

Contar historias es quizás una de las disciplinas artística más antiguas utilizadas por la humanidad. Una actividad que ya desde la prehistoria se practicaba cuando los cazadores y recolectores volvían con el resto del grupo a la cueva segura donde habitaba el resto del grupo. Allí, en torno al calor de las llamas, hablaban sobre sus vivencias en el salvaje mundo exterior, los problemas a los que se habían enfrentado, los lugares maravillosos visitados e incluso las desgracias acontecidas como la muerte de un compañero. Narrar es una práctica unida al ADN del ser humano y con el paso tiempo también se ha convertido en un arte, con diversidad de medios para llegar a los demás con voz, escritura, comic, cine, series, canciones e incluso a través de los videojuegos. Es normal relacionar narrativa con grandes obras, pero tal actividad la vemos a diario al hablar a otros sobre las vacaciones de verano, una anécdota del trabajo o cómo conocimos a nuestra pareja. Todas son historias transmitidas de unos a otros aunque dispongan de menos florituras que las de un libro con cientos de páginas. Nos guste más o menos, las narraciones en sus diferentes formas son una parte fundamental de la sociedad, nos acompañan a lo largo de nuestras vidas, más allá del entretenimiento sirven para comprender el mundo de nuestro alrededor. También nos alientan a convertirnos en escritores aunque muchos solo deseen esto por capricho.

La saturación del mercado

En la actualidad, la narrativa se ha convertido en una de las piezas fundamentales del entretenimiento, con una industria que mueve millones de dólares en sus diferentes medios. El mayor ejemplo lo vemos en el cine con cientos de películas cada año. También con las series y la hegemonía de plataformas en línea como Netflix o Amazon Prime Video, con un catálogo amplio para todos los gustos. La situación provoca que dispongamos de infinidad de series para ver, con decenas de capítulos en cada temporada y cientos de horas de contenido para desconectar de lo cotidiano. Ponerse al día en todas las series de moda se convierte en una tarea titánica, pero tal afición es cada vez más extendida sobre todo por aquellos con miedo a los spoilers. Vivimos un momento donde aburrirse es una tarea imposible, o al menos debería, con un bombardeo constante de productos audiovisuales en los móviles que nos acompañan las 24 horas de día. El principal problema es la calidad, del gran volumen de las narrativas que nos llegan solo un pequeño porcentaje son buenas historias de verdad, de esas que nos marcan y mantenemos en la memoria. Permanecemos en una borrachera eterna de consumo de series y películas cuyo contenido desaparece de nuestra memoria casi al instante, pero igualmente no podemos dejar de consumir por los trucos en forma de cliffhangers que nos hacen ansiar el siguiente episodio.

Con la escritura ocurre algo parecido, los autores nóveles tratan de desarrollar sus ideas con ilusión en un mercado rebosante de facilidades, como la autopublicación o los consejos de Internet. La mayoría de los aspirantes a escritores empiezan sus proyectos debido a su afición por consumir las grandes historias del mercado, respaldados por pensamientos en forma de un giro sorprendente en los acontecimientos, un protagonista con un trasfondo desgarrador, un mundo mágico con detalles originales o cualquier otro tipo de idea. Pero cabe explicar que esto no son historias, son ideas aisladas las cuales para sorprender dependerán del camino para llegar a ellas, de la manera de presentar la situación a los lectores y de las consecuencias que arrastrarán posteriormente. La narrativa es un oficio duro, requiere de una gran experiencia para alcanzar la excelencia. Algo incapaz de ser comprendido por autores cegados por un puñado de ideas aisladas.

A veces me cruzo en Internet con escritores nóveles obsesionados por publicar su primer libro, gastando dinero en registros de obras antes al pensar que a primera de cambio cualquiera les plagiará su obra para enriquecerse. Se preocupan de ello en vez de invertir su energía y dinero en mejorar. Después de enviar el manuscrito a varias decenas de editoriales solo reciben respuestas de coedición, es decir, pagar una suma que van de los cientos a los miles de euros para lanzar el libro al mercado. Al final suele acabar con un autor con varias cajas repletas de libros los cuales no podrá vender nunca, y ni siquiera han sido corregidos ni editados correctamente. El resultado lógico cuando alguien se preocupa más por ver su idea publicada antes que preferir aprender un oficio. Consecuencia de la inmediatez a la que nos tiene acostumbrado el estilo de vida moderno de tenerlo todo al instante. Para mí, estos son escritores por capricho. Quieren tener un libro publicado para satisfacer un antojo, para fardar a su entorno o en redes sociales, una afición de postureo sin auténtica pasión. Un deseo lógico por el bombardeo constante de historias consumidas impulsivamente y a la vez por una ilusión de ser un trabajo sencillo con el que ganar dinero fácil. Cuando ganar dinero con la escritura es la parte más difícil. Si de verdad alguien quiere ser escritor después de terminar su primer libro continuará con nuevas obras, sin volverse loco para publicar a cualquier precio, y aprendiendo sobre narrativa. Si los títulos tienen la suficiente calidad tarde o temprano serán recompensados, pero solo con la constancia y el buen hacer.

Verdades que duelen

Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones como escritor

La cruda realidad nos enseña que el primer libro de cualquier autor será terrible. Solo hace falta echar un vistazo a la biografía de autores consagrados para comprobar que se pasaron años escribiendo antes de ver publicada su primera obra. Debemos ser conscientes de las limitaciones en nuestra primera obra, a pesar del esfuerzo requerido para terminar. En general, nadie tratará de utilizar nuestra obra para enriquecerse, si fuese así las editoriales estarían predispuestas a publicar con las mejores condiciones posibles en todos los casos. Escribir es duro, pero hacerse conocido aún más, ya ni hablemos de ganarse la vida vendiendo libros. Ser conscientes de los defectos y carencias de nuestro trabajo es el primer paso para ser un buen escritor. De los errores se aprende y la narrativa no es una excepción, a lo que hay que sumar dedicación y experiencia. También me gustaría recalcar la ausencia de fórmulas mágicas para escribir un libro sin esfuerzo, a pesar de los títulos que así lo afirman en las librerías físicas y digitales. Hay quienes prefieren pagar por una ilusión y vivir tal fantasía en vez de abrir los ojos para trabajar duro y cumplir su sueño.

Al final, si uno quiere convertirse en escritor debe trabajar en ello, olvidando los atajos fáciles y maravillosos que tanto aprovechado intenta colar, con el claro objetivo de escribir. No hay fórmulas mágicas, de ser así nunca veríamos superproducciones con inversiones millonarias convertidas en estrepitosos fracasos. En ocasiones se confunde la sustancia que verdaderamente nos atrapa con el espectáculo y los artificios llamativos. La narrativa debe ser trabajada al milímetro, con sutileza. No hay normas ni estereotipos, aunque sí arquetipos y ciertas formas presentes en la mayoría de historias de éxito. Para ser capaces de abrigar el corazón de los demás con las palabras tenemos que formarnos en un arte que no está preparado para los caprichosos que buscan el camino fácil.