[Relato] El acuerdo

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Crónicas de la Biblia de Aglaia IV

Taberna posada

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—Así que eres un caballero de Argus —dijo Astra—. Entonces eres rico. Siempre pensé que en vuestra peregrinación os acompañaba un gran séquito.
—Mi familia es noble, cuenta con grandes guerreros —entonó Giles—, pero su riqueza está lejos de las grandes casas. Solo me ofrecieron para el viaje la espada de mis ancestros y unas cuantas monedas que ya gasté.
—Una manera muy romántica de llamarse pobre. Por un momento imaginé que se acabarían mis problemas con el dinero.
—¿Qué quieres decir?
—¡Ah! —interrumpió Astra—. Por fin llega la comida.
El posadero colocó en la mesa varios platos de carne al horno acompañados de estofado y cerveza fría.
Astra agarró un trozo de carne y devoró hasta dejar el hueso limpio.
—Para ser tan delgada comes como una bárbara del este. ¡Ay!
Astra asestó una patada por debajo de la mesa en la espinilla de Giles.
—¡Estúpido! —bramó con la boca llena—. Ya te he contado que provengo del valle de Neryn. Acaso no escuchas o simplemente está vacía tu cabeza.
—Ese plato es mío —reprochó Giles.
Se unió al banquete, demostrando que tampoco contaba con ninguna vergüenza. El escándalo llamó la atención de las mesas cercanas que murmuraban sobre los modales la pareja.

¡Estaba todo riquísimo! —dijo Astra mientras palmeaba su estómago hinchado.
Apuntó con el tenedor a Giles que la observaba con descaro.
—Ni se te ocurra comentar eso que piensas.
—Entonces cuéntame por qué vienes de tan lejos.
—Muy fácil, para convertirme en la hechicera más poderosa que jamás haya existido.
—No creo que solo te mueva el poder, no pareces una persona malvada.
—Por supuesto que no —respondió molesta—. La gente de mi pueblo se convirtió en obsidiana debido a una maldición. Ninguno de los elementos mágicos contempla el paso de esa piedra a carne. Ni siquiera sé si podría traerlos de vuelta con vida.
Astra agarró la trenza pelirroja de su madre.
—No importa —agregó—, es algo que no entenderías. Demasiada información para un zopenco como tú.
—Ya entiendo, por eso robaste el manuscrito de la Biblia de Aglaia. Buscas un encantamiento que cure a tu gente. Hace miles de años que se perdieron los hechizos más poderosos.
—¿Cómo sabes sobre la Biblia y sus encantamientos? La mayoría de gente piensa que son la herencia de una antigua religión.
—Mi familia no cuenta con mucho dinero, pero las historias de mis antepasados son transmitidas a cada nueva generación. En algunas hablan sobre los fragmentos de la Biblia.
—En mi viaje encontré muchos hechizos poderosos pero me temo la solución se encuentra en una copia completa de la Biblia de Aglaia.
Giles se levantó y desenvainó su arma para colocarse de rodillas ante Astra.
—Entonces —gritó—, en nombre de mi familia prometo ayudarte a encontrar la forma de romper la maldición de tu gente, aunque ello signifique un riesgo mortal.
—¿Qué hablas? Busca algunos bandidos y regresa a tu hogar. No tienes que acompañarme, idiota. Además, todos nos están mirando. No me avergüences.
—Mis antepasados son recordados por sus grandes gestas. Hasta ahora no había encontrado una tarea a la altura. Nada me detendrá hasta que encontremos la Biblia.
—Cabeza hueca —suspiro Astra—. Está bien, levanta ya. Pero tendrás que pagarme con creces esto, solo saldarás este favor cuando me pagues una gran fortuna.
Giles asintió sonriente y estrecharon la mano.
—Ya se ha hecho tarde —sugirió la chica—, me marcho a mi habitación a descansar.
Se alejó hasta la barra para hablar con el posadero señalando a Giles. Luego, el posadero se acercó a la mesa mientras Astra subía las escaleras.
—La señorita ha dicho que usted se encargará de la cuenta.
—¡Ah! Maldita bruja —maldijo—. No me queda dinero.

Continuará…

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