Este artículo era en su origen una respuesta para Proyecto Aesteria, más concretamente para una entrada en su blog que hablaba sobre el abuso de la distopía por parte de la literatura de nuestro tiempo. Se preguntaba cuánto éxito hubiera tenido el Señor de los Anillos si saliese hoy día. También criticaba que en la actualidad no encontramos cabida, en términos generales, para libros que promueven la esperanza frente a la negatividad de las distopías, mostrando una visión decadente de la sociedad que conduce a la autodestrucción.
Ya escribí sobre las diferencias entre el bien y el mal en la alta y baja fantasía, una confrontación entre opuestos absolutos. Pero ante la distopía, me siento en la necesidad de explayarme al catalogarse como ciencia ficción. En la ciencia ficción se rozan cuestiones filosófica y se tratan las reglas con una justificación más sólida y realista que en la fantasía.
Primero querría ahondar en el sentido de la literatura dentro de la sociedad, con un significado más amplio que un mero producto de entretenimiento o una expresión artística del autor. En todas las culturas, antiguas o actuales, se ha utilizado la narrativa para dotarse de significado a ellas mismas afectando al modo que perciben las personas el mundo. Los textos más famosos de un lugar y momento concreto de la humanidad plasman unos ideales y objetivos, marcan el horizonte de ese momento sociocultural. Cada época que llega impone consigo nuevas ideas que sustituyen otras anteriores más arcaicas. Esto ocurre desde los primeros textos religiosos que proponían una interpretación del mundo hasta los textos de usar y tirar que encontramos actualmente en cualquier tienda de libros.
El postmodernismo
El pensamiento postmodernista propone la idea de que nada es cierto y todo está permitido. Acaba con las grandes narrativas del progreso surgidas en la época moderna. Pone fin al uso de la razón para explicar el funcionamiento de todos los estratos que componen el mundo. Supone el fin de unas ideas utópicas en la política que propiciaron los más terribles conflictos bélicos conocidos por la humanidad, dejando paso al neoliberalismo. El postmodernismo desafía las reglas y estructuras que componen el mundo, busca eliminar los sistemas de jerarquías verticales.
En un principio, la idea de postmodernismo puede parecer liberadora para el ser humano pero guarda un secreto, un truco. Su definición no es nada precisa, no alberga ninguna meta. Le falta un horizonte utópico.
Debido a la falta de horizonte, la sociedad se ve arrinconada ante un fuerte sentimiento de individualismo, donde predomina el relativismo y la subjetividad. El mundo depende de la visión de cada uno de los individuos para construir la realidad.
A pesar de parecerlo, el individualismo no es algo negativo. Reconoce la propia identidad de las personas y defiende la libertad de cada uno, aunque en esta era que vivimos es muy difícil definirse de modo preciso. A veces confundimos las marcas con seña de identidad. En épocas anteriores la narrativa proporcionaba a los individuos, o viceversa, unas ideas superiores que daban sentido y marcaban unos objetivos claros.
El ser humano actual no aspira a alcanzar a Dios. Duda de Dios, duda de todas las ideas anteriores, de las estructuras y las reglas. El ser humano no aspira a alcanzar ningún mundo utópico, ya no cree en las bonitas promesas de los grandes relatos. El mundo actual es una representación de las distopías que alienan al hombre.
La distopía como reflejo de la realidad
La introducción ha sido bastante espesa aunque necesaria para entender la moda de las distopías, pese a creer que la palabra moda le viene un poco pequeña. Dicho género de ciencia ficción es el resultado del estilo vida acelerado que todos experimentamos, donde pocas veces encontramos significados más allá del propio azar. Nos vemos sometidos a un despropósito de reglas contradictorias que proponen las economías y unas élites sociales que escapan de nuestras manos. Las distopías son una proyección de la cruel realidad, donde no existen héroes que salven el mundo. Solo podemos enfrentarnos al sufrimiento navegando a contracorriente o resignarnos a aceptar la inmundicia que nos rodea para convivir con ella.
Aparte de este subgénero de ciencia ficción también encontramos otra vertiente de moda, y otras muchas que no mencionaré, aquella en forma de libros de autoayuda llenos de frases motivaciones, filosofadas obvias y otras ideas espirituales que marcan el camino mediante un pensamiento positivo. Rellenan el vacío causado por el individualismo social y al mismo tiempo el bolsillo de estos profetas del positivismo.
Aquí vuelvo a otro punto del artículo de Aesteria, los “buenistas” (en serio, si alguien ha llegado hasta aquí sin leerlo encontrará serias lagunas). Para mí, este tipo de textos y personas son los “buenistas” que menciona. Predican ideas como “si deseas algo con todas tus fuerzas entonces el universo entero conspirará para que se cumplan tus sueños”. No, personalmente considero que si deseas algo deberás trabajar duro y entonces empezarás a tener posibilidades de conseguirlo. Las actitudes positivas son necesarias para perseverar en nuestras metas pero también hay que tener en cuenta la opción de perder, de fallar en nuestros objetivos.
Aceptar la derrota y el sufrimiento que suponen las etapas duras de la vida nos conduce a la libertad. Libertad no es criticar a Jaume, como cuenta en los comentarios del artículo, por defender su gusto por Tolkien. Eso es tener mala educación haciéndose los entendidos. Las opiniones son como los culos, creemos que todas las demás apestan menos la nuestra.
Toda esta maraña de disconformidades y sentimientos de no llegar a ninguna parte son las que dotan de protagonismo a los libros de distopías. ¿Quién quiere ser un héroe en este mundo individualista que cuando quieres mostrar una opinión distinta te escupen a la cara? Por muy buenas intenciones que tengamos, siempre llegará alguien para recriminar que no pidió nuestra ayuda.
El Señor de los Anillos y su búsqueda del bien
El Señor de los Anillos se publicó en 1954, apenas una década después de la segunda guerra mundial, durante una tensión de postguerra que derivó en la guerra fría. La obra de Tolkien refleja esa lucha contra el mal absoluto para liberar a la Tierra Media de una terrible opresión, ese miedo a lo desconocido. Los buenos lo son y mucho. El mal actúa sin razones, esto es algo que cada vez me repudia más. Me niego a creer que el mal absoluto sea lo extraño, lo diferente, lo desconocido. Al menos Tolkien fue sutil al presentar este cliché, pero esta idea reflejada en tantas películas de más o menos éxito respaldan a la larga el rechazo de los diferentes, bien sean extranjeros, homosexuales o de otras corrientes políticas o culturales.
En este punto, debo añadir que me considero fan del Señor de los Anillos y todo su mundo desde que cayó en mis manos durante la adolescencia. Tolkien trabajó la fantasía de un modo tan elegante que consiguió catapultar el género al gran público, dejando de ser una literatura para adolescentes.
¿Tendría el mismo éxito si saliese ahora en vez de en su época? Me parece una pregunta algo soberbia. Para empezar la fantasía moderna sería distinta sin dicha obra, aunque otra la hubiera sustituido tarde o temprano. Tampoco se hubiera podido reproducir tal cual debido a las influencias que tenemos hoy día. Pero igualmente voy a dar mi opinión: creo que sí tendría un lugar, sobre todo por la riqueza que rebosa, pero seguramente sin la misma repercusión.
Concluyendo que me he extendido demasiado
Con la experiencia aprendemos que trabajar duro y con esfuerzo hacia un objetivo no siempre tiene una recompensa merecida, porque la vida es injusta, caótica y a veces dependemos del azar. Por esto me gustan las historias de distopías o la baja fantasía, pero no por ello reniego de todo lo demás.
Ya me cansé de las historias donde hay que darlo todo y luchar siempre por el bien absoluto. La vida se encargó de demostrarme que no funciona así. No quiero un buen rollo artificial, ni empaparme de historias que me propongan que es lo que está bien o mal, estoy cansado de lo políticamente correcto y ponerle siempre buena cara a un mundo. Yo tengo mi propia visión del mundo donde también relucen las cosas buenas. Quiero leer historias con sombras y luces que complementen un todo. También quiero escribirlas.
El objetivo constructivo en las obras no me parece malo, siempre que no traten de adoctrinar con creencias falsas. Sé que las historias de esperanza tienen un lugar donde refugiarse aunque sea en un público más pequeño. Pienso que deberían construirse unos horizontes de paz donde se integren todos los colectivos feministas, LGTB, étnicos y raciales para alcanzar un mundo mejor. Pero este es un camino complicado, todo el que se dedique a allanarlo sin caer en la demagogia tiene todos mis respetos.
Solo me queda dar las gracias por leer a quien haya soportado hasta el final. Un saludo.
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¡Buenos días!
Solo quitarme el sombrero ante como has puesto sobre la mesa la distopía que, como bien dices, es un reflejo de hacia dónde nos dirigimos.
Por eso sigo blogs como el tuyo, para seguir aprendiendo y saber que existe gente, en ese mundillo digitalizado, con grandes ideas y una forma muy buena de expresarlas.
Me gusta que el post te haya generado ese sentimiento y que, más o menos, te haya trasmitido lo que pretendía (quizá no me quejo de la distopía en la literatura, echo de menos alguna novela más equilibrada, donde actitudes positivas tengan cabida aunque el mundo sea postapocalíptico, creo que también es naturaleza humana).
Muy de acuerdo con que la literatura refleja, en gran medida, el sentimiento general del mundo en su actualidad. Totalmente de acuerdo que los libros tipo autoayuda no son una buena solución (como norma, habrá excepciones).
Y entiendo tu postura sobre lo que buscas en la lectura. En ese sentido supongo, y como decía Jaume también, me gusta leer para divertirme, para evadirme y no leer 1984 (o Axiomático) suponen un ejercicio mental duro, aunque necesario si se quiere avanzar, pero por eso también busco leer otros tipos de ficción.
Me ha encantado el post y me ha parecido muy clasificador.
Un saludo y gracias por la mención.
También gracias a ti. Has conseguido sacar este artículo que es más personal a lo que estoy acostumbrado a publicar, aparte de los relatos, y lo cierto es que me he quedado bastante a gusto.
Un saludo y seguiremos leyéndonos por la blogosfera.
Para contrastar con este panorama (muy minuciosamente explicado), me permito una reflexión que «corta grueso». Nací en mayo del 68, viví mis primeras dos décadas y fracción en un mundo dividido en blanco y negro, buenos y malos, individualistas y totalitarios. Cuando se terminó esa maldita dualidad, por fin floreció la diversidad. El problema es que había un universo de héroes y villanos que de algún modo reproducía/replicaba la dualidad de la guerra fría. Hace falta que aparezcan superhéroes «absolutos», aptos para el verdadero mundo superdiverso y supercomplejo.
Al final lo que necesita el ser humano es tiempo para adaptarse o volver a las cavernas.