Por lo general, las historias suceden en varias localizaciones, participan diferentes personajes y, además, ocurren saltos temporales para evitar los momentos monótonos sin ningún interés. Es importante aprender cómo escribir la transición de una escena a otra para agilizar la acción y situar al lector en el nuevo momento espacio temporal en el que nos encontramos.
Cualquier pequeño despiste podría generar confusión. Si pensamos que nos encontramos en un lugar, con unos personajes determinados y en un instante específico del día, y apreciamos una referencia a un escenario distinto, a personajes que no se encontraban allí o pensábamos que era otro momento del día, entonces hemos fallado al cambiar de escena. Es muy importante que el lector conozca en todo momento dónde se encuentra, cuándo y con quién, para no sacarlo del estado de inmersión y deje de leer.
Los pilares de la transición
Hay tres detalles que siempre se deben conocer al cambiar de escena, o al menos intuir: el lugar, el tiempo y los personajes. Con dicha información ubicaremos al lector. Una vez conocidos podremos continuar con el desarrollo de la trama. La transición debe especificarse al comenzar el nuevo párrafo, siendo más o menos extenso si requiere de información que respalde el salto.
El tiempo
Son cambios temporales, los típicos: unas horas después, al día siguiente, más tarde, etc. No es necesaria una precisión milimétrica del tiempo transcurrido, incluso se puede transicionar indicando acciones: después de cenar, al despertar, al terminar el trabajo. Con los saltos temporales descartamos información innecesaria y aburrida.
Cuando escribimos la historia de un personaje disponemos de una cantidad infinita posibilidades narrativas, desde su nacimiento hasta su muerte (Incluso cómo se conocieron sus padres o las consecuencias tras morir). Contar cada situación vivida resultaría aburrido, además de no terminar nunca. Eliminaremos los momentos sin ningún valor para la historia.
Los tiempos de espera solo son importantes si el narrador tiene algo que decir, para aclarar pensamientos, un encuentro inesperado u otros detalles que enriquezcan el conjunto de la trama.
Una mención especial a los flashback, deberán cuidar mucho más la puesta en escena. Retroceder en el tiempo implica mostrar elementos anteriores al comienzo o el punto actual de la historia.
El lugar
El lugar es donde ocurre la acción. Si de repente hablamos de un nuevo lugar sin informar del traslado generaremos confusión. El leyente crea un mapa mental de los elementos del escenario que le proporcionamos.
Siempre que sean localizaciones comunes bastará con aclarar si da un paseo por el parque, llegó a su casa o entró en el supermercado. En cambio, si nos movemos a un lugar lejano o desconocido necesitaremos de información adicional que explique cómo llegó o qué hace allí, siempre que no se citara con anterioridad.
Los lugares nuevos requerirán de alguna descripción sobre todo si pretendemos volver varias veces, para que en futuras transiciones el lector se adapte rápidamente con pocas palabras.
Los personajes
Al igual que el lugar, es imprescindible conocer a los personajes que participan en la escena. Después de donde, aclararemos quienes están. Si alguien sale o entra también es una transición necesaria de conocer.
Los personajes definen el contexto, cada uno de ellos cuentan con información o características diferentes que marcarán el desarrollo, generando tensión con solo su presencia.
Si se muestra el punto de vista de distintos personajes o contamos con varios narradores, entonces el estilo cambiará con la escena. Si además hay cambio de narrador, de primera a tercera persona y viceversa, la transición deberá ser mucho más clara, al menos en las primeras ocasiones o destruiremos la percepción del lector.
Cierre de las escenas
Al cambiar de capítulo, lo normal es terminar la escena anterior cerrando debidamente. Pero cuando realizamos una transición en mitad del capítulo, el párrafo debe concluir o poner en suspenso la acción que tuviera lugar.
Se pueden utilizar Cliffhanger para enganchar al lector o finalizar alguna subtrama, pero el contenido antes de la transición debe contar con sentido propio. El cierre es tan importante como el nuevo comienzo, un cambio brusco confundirá y hará perder el hilo.
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