De la premisa a la idea controladora

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La idea controladora define a la novela

Hace unas semanas os hablaba sobre la premisa, la idea precursora que da origen a una historia. Pero el simple hecho de poseer una premisa, por muy buena u original que sea, no implica que tengamos preparada la historia de nuestro relato o novela. Trabajar a partir de una premisa inicial desarrollará el tema, concepto o idea que englobe lo que deseamos contar de manera más concreta.

Con presentar nuestras ideas al público, a los lectores, no es suficiente. Una trama narrativa no es una explicación detallada, científica, filosófica, moral o lógica sobre un tema, por fácil que sea de entender. Lo más importante es que los lectores crean, convencer de la veracidad del tema con pruebas en forma de estructura, trama y personajes.

Cuando narramos no buscamos explicar, si necesitamos hacerlo para dotar de sentido a la obra hemos fallado al contar la historia. El sentido lo proporcionará la trama con los conflictos y sus consecuencias. Una buena historia no dice, muestra. Seguro que habéis escuchado esta frase en numerosas ocasiones.

Imaginemos que queremos escribir sobre la siguiente premisa: ¿qué pasaría si dos grandes amigos pusieran a prueba su amistad? El tema concreto sería la amistad. Por mucho que podamos enumerar las virtudes y las consecuencias del tema, los lectores no quieren que les expliquemos sobre ellos. La mejor forma de mostrar virtudes o defectos es complicando la relación de dos o más amigos, comprobar las decisiones que toman y cómo resuelven los conflictos. La trama explicará por sí sola lo que no hemos aclarado con palabrería.

La idea controladora

Una vez entendamos que la premisa solo es el primer paso para desarrollar una historia, usaremos un nuevo concepto. Una evolución. La idea controladora. La idea controladora es una frase que define la historia, un resumen que engloba el tema principal (la causa) y el valor de la trama, positivo o negativo.

Si antes hablábamos del tema de la amistad dentro de una historia, la idea controladora podría ser “la amistad prevalece ante la adversidad”, siempre que dotemos un enfoque positivo, o “toda amistad tiene un precio”, si mostramos que ante presión se traicionan quienes se consideraban como mejores amigos.

A diferencia de la premisa, que puede variar conforme se define y enriquece la trama, la idea controladora siempre se mantiene. Es la espina dorsal de todo el conjunto y al modificarla cambiamos también múltiples elementos de la historia. La utilizaremos para guiar la trama, desarrollando un mundo para darle sentido.

El rumbo de la historia

Es muy importante definir una idea controladora para tener claro nuestro objetivo. Evitando perdernos en subtramas de relleno que no conducen a ninguna parte. También es el pistoletazo de salida para definir a los personajes y desarrollar su mundo de manera eficaz.

Con ideas controladoras más comunes y cercanas los personajes serán parecidos a las personas corrientes. Al igual que ocurre con el escenario, aunque siempre podemos desarrollar la trama alrededor de un mundo ficticio o lejano. Pero si planteáramos “la tecnología deshumaniza a las personas” podríamos mostrar un mundo futurista de ciencia ficción (cercano al ciberpunk) donde el transhumanismo sea algo corriente y los personajes cuenten con decenas de modificaciones en sus cuerpos.

La idea controladora no siempre se tiene antes de escribir una historia, puede que surja tras pensar sobre la premisa inicial o tras escribir miles de palabras. Pero debemos de tenerla clara en el momento de construir el clímax, la acción final que conduce a la conclusión.

Hayamos pensado o no en la idea controladora, al terminar dispondremos de una. Si surge de forma inconsciente, quizás la trama que conduce a los personajes no complemente al conjunto. Contradiga la búsqueda del protagonista con sus decisiones, la resolución de los conflictos o la conclusión final.

Daniel Arrebola
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