Escribir un libro de ficción es un proceso con cierto parecido a enamorarse, salvando las diferencias entre sentir afecto por una persona y desarrollar una historia a partir de una idea. A grandes rasgos, los seres humanos tenemos predilección por los sentimientos y también por fantasear con situaciones hipotéticas.
Al escribir pasamos por diferentes procesos para finalizar una obra, con ciertos paralelismos a enamorarse, comenzar una relación amorosa y, finalmente, alcanzar una rutina en pareja. Por ello, vamos a repasar a las diferentes etapas de escribir un libro para que, sobre todo, los autores nóveles aprendan a superar cada uno de los procesos y no abandonen a medio camino.
Fase del enamoramiento
La primera fase del enamoramiento es la idealización de otra persona, obviamos todos sus defectos para percibir a la otra persona destacando sus virtudes. En la escritura, esto equivale a tener una idea, una lo bastante buena como para querer desarrollarla en algo más complejo y profundo, o al menos esa es nuestra imagen mental.
Pero al igual que en el amor, los escritores novatos eclipsan con el potencial de una idea todo el trabajo que hay detrás, como la dedicación y la constancia, además de requerir unos conocimientos mínimos de estructuras y recursos narrativos, al menos para escribir con un mínimo de calidad aunque sea como aficionado.
Del mismo modo que cuando nos enamoramos, existe la mala costumbre en los escritores noveles de fantasear sobre la historia que pretendemos escribir. Pararnos a pensar en los personajes, sus costumbres y las situaciones que conducirán a los momentos claves de la trama, imaginar diálogos y posibles consecuencias de sus decisiones. Todo esto está bien, pero si nunca lo escribimos en papel, o al menos anotamos las ideas para desarrollarlas cuando tengamos tiempo, quedarán en saco roto. Además, nuestro propio cerebro se acostumbrará a pensar en estas situaciones en vez de ponernos en la labor principal que es sentarnos a escribir.
El objetivo de esta fase inicial de enamoramiento es sentarnos a desarrollar la idea en papel, u ordenador. Lo que en el amor se traduciría como flirtear para comenzar una relación sentimental con otra persona, para abandonar la figura idealizada que tenemos de ella y conocer como es en realidad.
Comenzar una relación
La segunda fase del amor empieza con una relación con mayor o menor compromiso, pero es una etapa que no siempre se alcanza. A veces debido a un amor no correspondido, por no saber conquistar a la otra persona o por mero miedo a declararse.
En la escritura es más sencillo, basta con escribir. Asimismo, dedicar el tiempo libre a otras tareas de ocio más livianas como ver series, participar en videojuegos online interminables, darle demasiada importancia a las redes sociales o, simplemente, abrumarnos ante el papel en blanco puede provocar que nunca empecemos a escribir una historia a partir de la idea original.
Durante esta etapa se abandona el velo maravilloso de la idealización de escribir un libro. Es el momento de trabajar, desarrollar ideas, aprender recursos narrativos, corregir e incluso investigar sobre temáticas utilizadas en la obra. Poco a poco se diluye la magia del enamoramiento inicial, para descubrir el esfuerzo que supone la escritura. También notamos los problemas de la idea original, descubriendo que no era tan buena como parecía y necesitamos trabajar en tramas y personajes que complementen sus carencias. Incluso a veces es mejor declinar dicha idea por otra que se amolde mejor al trabajo realizado para minimizar cambios, siendo la decisión más drástica empezar de nuevo.
Compromiso
Cuando se pierde la magia del enamoramiento nos encontramos ante un compromiso, ante una relación con una persona humana con sus defectos y virtudes. Cuando se pierde la inercia del amor nos encontramos ante una vida monótona donde crecen las obligaciones conforme pasa el tiempo. Una relación que solo prevalecerá si la pareja en común se esfuerza por sumar en la vida del otro y trabajar en un proyecto en común.
Al escribir también hay una especie de compromiso entre el autor y su historia, más adelante con lectores y editores. Pero en primera instancia terminar el primer borrador de un libro se puede convertir en un verdadero problema para los inexpertos. Al escribir no hay una interacción directa entre el autor y sus textos. Siempre podemos pasar los borradores a amigos y familiares para que nos aporten su opinión, pero aun así escribir en una actividad solitaria.
Después de finalizar el primer borrador, muchos pensarán que por fin han terminado y se embarcan en la búsqueda de editoriales para publicar, lo que puede derivar en estafas de editoriales piratas que piden sumas bastante elevadas para coeditar, prometiendo correcciones de calidad y distribución en multitud de tiendas, cuando lo único que hacen en enviarte una caja llena de libros y se desentienden. También está la opción de autopublicar el libro en plataformas digitales como Amazon. Pero este tema es otra historia.
Después de tanto esfuerzo lo más probable es que no alcanzar ningún éxito. Cientos de horas dedicadas para que con suerte una decena de amigos compren el libro por compromiso.
Pero a diferencia de las relaciones amorosas, al finalizar un libro no tenemos un compromiso. Es el momento de agarrar una nueva idea y comenzar de nuevo, para esta vez aportar todo lo aprendido y hacerlo mejor. Escribir libro tras libro para ganar experiencia hasta alcanzar una calidad óptima, y la consecuente rutina, que nos acerque a los verdaderos escritores.
De este modo, escribir es una metáfora del amor donde a grandes rasgos solo participa una persona. Siendo el propio escritor quien se engaña a sí mismo para abandonar de crear libros o, por el contrario, quién se compromete a escribir la infinidad de historias que rondan en su mente. Y quién sabe, lo mismo termina escribiendo grandes historias capaces de enamorar a millones de lectores en todo el mundo al encontrar su verdadera vocación.