[Relato] SyM -cap. 3: La deuda

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Nota: Este cuento continúa la historia: el palacio de los diablillos.

La deuda

Los diablillos lanzaban blasfemias después de que el soldado los capturara con su saco. Los arrastró hasta el jardín del castillo donde reinaban las malas hierbas. Golpeaba con el pesado saco en cada pared, árbol y otros elementos sólidos que encontraba a su paso.
Los diablos suplicaban el perdón a causa del dolor, chillaban que no tomarían represalia alguna y abandonarían la ciudad. Pero el soldado no ceso el tormento, quería que le temieran de verdad.
–¡Piedad! –graznó un diablo–. Déjanos salir, no volveremos a vernos.
–Solo os liberaré si abandonáis el castillo de inmediato –acordó el soldado.
Los diablillos aceptaron, el soldado cumplió su palabra y soltó el nudo que atrapaba el saco. Huyeron como una bandada asustada pero cuando salió el último diablillo, el soldado lo llamó.
–Diablo, introduce una de tus patas dentro del saco como promesa de no volver. Si en el futuro me ayudas quizás te libere de la carga que te impongo.
Hizo caso a las palabras, se arrancó una de sus pezuñas negras y la lanzó al interior del saco.

Tras liberar el castillo de las garras de los diablos el soldado se hizo famoso. Aparte de los tesoros que ganó en las apuestas, recibió cientos de ofrendas como agradecimiento sobre todo por parte del rey que recuperó su antiguo palacio. El soldado decidió asentarse en aquella ciudad donde no tardó en contraer matrimonio con una bonita esposa con la que vivió feliz durante mucho tiempo y tuvieron un único hijo.

Con el tiempo la historia del soldado y los diablillos dejó paso a la leyenda, mientras él continuó con una vida tranquila. Pero la felicidad no es eterna, un día se volvió fatalidad en forma de grave enfermedad para su hijo que en aquel entonces tenía doce años.
Con las riquezas acumuladas, el soldado, avisó a los más grandes médicos, con la promesa de una gran recompensa si hallaban la cura. Por desgracia, tras todo tipo de reconocimientos no encontraron remedio alguno.
El soldado expulsó a los médicos de su hogar y lo intentó con los dioses. Los más sabios de cada religión conocida rezaron junto al hijo. Ni con diez mil oraciones recuperó la salud.

Una noche oscura, cuando el soldado velaba junto al lecho de su hijo moribundo recordó su hazaña con los diablillos.
–Aún conservo la pata.
Buscó la pata marchita e imploró su ayuda con gritos de desesperación.
La vil criatura apareció tras un estallido que impregnó la habitación de azufre.
–¡Oh, diablo! –dijo el soldado–. Cura a mi hijo y te devolveré la pata que te arrebaté.
El diablo sostenía una copa de cristal con extraños grabados y un líquido transparente. Miró junto a la cabecera de la cama a través del líquido de la copa. Luego comprobó los pies y allí lo encontró.
–Tienes suerte. Coge esta copa, utiliza su cristal para ver.
El soldado se sorprendió al encontrar una figura espectral a los pies de la cama. Un ser encapuchado con una tela hecha jirones de un color tan negro como el más absoluto vació, portaba una guadaña gigante con sus manos decrepitas.
El diablillo mojo la yema de sus dedos en el líquido de la copa y lanzó unas gotas al hijo del soldado, tras ello, la muerte abandonó la habitación. El soldado gritó de alegría tras ver la instantánea recuperación de su vástago
–Si la Muerte espera junto a la cabecera de la cama no habría solución alguna –explico el diablillo–. Ahora devuélveme lo que es mío.
–¿Puedo quedarme con la copa?
–Por supuesto, con tal de no volver a vernos.
El soldado le entregó la pata. El diablillo desapareció en una nube roja de polvo, tras dejar la copa en manos del soldado.

Continuará con el capítulo: La muerte. Esta historia está inspirada en el cuento popular ruso El soldado y la Muerte de Aleksandr Nikoalevich.

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