[Relato] SyM-cap. 1: El soldado derrotado

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El soldado derrotado

El soldado se apartó para dejar paso al carro, no se topó con mucha gente en el camino a causa de la guerra. Las guarniciones del duque del Picoalbo se revelaron ante las órdenes del rey hasta que perdieron su última batalla donde se lo jugaron todo.
Un bulto perdido yacía en mitad del camino, cayó del carruaje que en ese instante se perdía por el horizonte en la dirección opuesta. Al soldado no le preocupó la procedencia del paquete y lo registró.
«Al fin tengo algo de suerte», pensó mientras descubría tres piezas de pan crujiente en el interior. «No sé cuándo volveré a tener comida, lo guardaré para esta noche».
Lo cierto es que la fortuna del soldado había sido nefasta desde un tiempo hasta ahora. Primero perdió a sus familiares y amigos del feudo de Picoalbo, luego se sintió obligado a alistarse en el ejército del duque para sobrevivir y, finalmente, sufrió una horrible derrota de la que a duras penas consiguió escapar. Desde entonces vagaba hasta donde le permitían sus pasos.

El pan no fue la única ni la última sorpresa que le deparaba el camino, a poco más de media hora se cruzó con un vagabundo que se apresuró en saludarle.
–Perdone buen guerrero. A causa de la guerra he perdido mi hogar y todos mis bienes, ¿tendría alguna limosna?
El soldado se sintió culpable del pobre vagabundo, acompañó a las tropas del duque para quemar granjas de los alrededores, aunque él mismo padeció la misma desgracia. Entregó uno de sus panes y deseo suerte a aquél hombre.

La guerra es cruel con todo el mundo y más para quienes la sufren indirectamente, por ello, no tardó en aparecer una joven con un pequeño de pocos meses sollozando.
–Buen hombre, una limosna por caridad. No para mí, necesito comida para dar leche a mi niño.
No tenía nada de dinero, pero no dudó en ofrecer una pieza de pan a la joven. Ella le agradeció con alegría y cada uno prosiguió su camino.

Era medio día cuando el soldado llegó a una encrucijada, decidió tomar rumbo hacia la gran ciudad que marcaba el cartel deteriorado, justo donde descansaba un anciano ciego con aspecto desaliñado.
Aun aparentaba más pobre y desdichado que los otros dos necesitados no reclamó ayuda alguna. Sin embargo, el soldado afligido por su apariencia le habló.
–Toma, la última comida que me queda, para ti. Mis bolsillos están vacíos, sin una mísera moneda, y no tengo nada, pero te ayudará más que a mí.
El anciano agarró el pan.
–Muchas gracias, pero estás equivocado al vociferar que no te queda nada. Te regalaré algo a cambio de tu gratitud. Mira esta baraja de cartas, alberga un poderoso encantamiento, con ella ganarás en cualquier juego donde las utilices. También hay otra cosa, este saco mágico. Cuando veas algo que desees, grítale que entre.

Continuará el próximo capítulo: el castillo de los diablillos. Esta historia está inspirada en el cuento popular ruso El soldado y la Muerte de Aleksandr Nikoalevich.

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